jueves, 18 de febrero de 2010

FECHA ONCE: POESIA DE MIÉRCOLES VIVE!

Como lluvia de fuego las almas de los poetas se despeñaron sobre la tierra, fueron aprisionadas en anhelosos cuerpos humanos y envueltas en la enrarecida atmófera del planeta azul. Algunas de ellas aterrizaron, precisamente, en Trujillo. La pasada noche de miércoles pudimos compartir con cuatro de estos ángeles caídos sus recuerdos celestiales. Templo de sacrificios: El Chaska, San Martín 543. Sacerdote degollador: Poeta César Olivares. Empezaron los servicios con la presentación de Abel Bazán, joven tímido, ilusionista e ilusionado. Aunque le ganaba a veces el nerviosismo por ser primera vez que compartía sus poemas -mordía el aire, daba manotazos a presencias invisibles- los sentimientos humanos universales que pacían en sus versos fueron reconocidos por la masa y premiados con apenas audibles palmadas. Motivo: una lectura díscola, fluctuante, poco audible. Su sangre fue vertida en el altar de sacrificios y se continuó con la ceremonia.
Rubén Aguilar, poeta y pedagogo, salió al ruedo hecho un toro rabioso. Decidido a hacerse entender desmadejó su alma a punta de franqueza y leves rayos de luz iluminaron la estancia. Sus textos, de bucólica raigambre aldeana habían sido pulidos y afinados en las iniciáticas cavernas de Huamachuco y el aeda, ahora más cerca de su madurez, se despachó con mediana seguridad. Levantados los ánimos, los aplausos vibraron con mayor fuerza y su sangre fue rociada sobre al altar como antesala a la aparición del shamán de Chik-a-mak (del valle Chicama), Eduardo Paz Esquerre, galardonado con el premio Copé de Oro y otras importantes preseas. Con la certeza de lo dicho y confianza en lo callado, Paz Esquerre nos deleitó con una poesía genuina y trascendental. Entre otros textos nos cantó El Instante Sospechoso, aflorado a través del proceso de escritura automática escuchando el Concierto para piano Nº 2 en La mayor de Franz Liszt: La música es una palana apurada y cava vehemente en mí/ buscando el cable por el que me trasmito a todos/ para depositar allí celosamente las innumerables voces secretas que su boca contiene./ Estoy vivo y soy. /Un dedo que se hunde en la tecla de un piano penetra fugazmente/ en los cuartos donde moran los secretos humanos./ La sucesión vertiginosa de teclas aplastadas/ es la sucesión de cuartos donde se guarda/ y se atisba una verdad de plata/ sucesión que se asemeja a los focos encendidos de los postes/ que fugazmente capto con la vista cuando viajo a toda velocidad en un auto de carreras... Y así hasta llegar a su antigua morada, el Olimpo de los Dioses. Aunque algunos tildaron de extensa su aparición, el altar recibió con alborozo el rojo vino de sus venas y la salva de aplausos se levantó en entusiasta oleaje. Sin, embargo faltaba el plato de fondo, la fresita del pastel, la enamorada llama en la punta de la vela: la performance del escritor Gonzalo del Rosario, más conocido como Gonzales del Yerbario, el último poeta virgen de la galaxia. E inaugurando nuestra flamante Sala Negra –la sala de locuras- Del Yerbario se posicionó entre dos inocentes querubines -un tecladista y un guitarrista- y aulló los sentires hedonistas y neuróticos de la juventud trujillense. Prosa poética contra la mansedumbre y el aburrimiento, contra la desidia y la idiotez, contra Vallejo y los que no lo entienden, contra todos y contra sí mismo, el escritor llenó de su vitalidad el ambiente y culminó con un lírico do de pecho tan agudo y poderoso que quebró las copas de whisky, brandy y martini que bebían los poetas. Para finalizar vertió su sangre con la de los otros sacrificados y, rematando el holocausto, Beto Barriga, -el poeta del Apocalipsis- leyó una lastimera oración de arrepentimiento por participar en Poesía de Miércoles cada semana, jurando sobre promesas de fuego que... volvería a reincidir la próxima.
Aplaudió solo y triste este cronista, porque ya todos se habían ido.

domingo, 7 de febrero de 2010

POESÍA, ME ENAMORÉ DE TI ¿Y QUÉ?

Adelantados a estas fiestas del sentimiento, la semana pasada los poetas se enredaron en los amorosos lazos de Cupido. Y así, padeciendo el germen del más infectocontagioso romanticismo, Poesía de Miércoles presentó a Miguel Urbina –Ex Miki Gates-, a Julio Espinoza –El Poeta Bonaerense- y a Aquiles Cabrera, más conocido como Gustavo Adolfo Beiker, quienes nos deleitaron en la última edición de los recitales del Chaska. Versos descarnados y febriles, de heterogénea factura, pero de una profunda vena emotiva aderezaron la velada que contó con un lleno total; sin embargo, antes del idílico plato de fondo -que resultó un opíparo banquete- se proyectó el video arte: Trujillo, la Capital de la Cultura del artista David Hoyos. Allí, en ágiles y veraces imágenes, para dirimir si Trujillo es realmente la Capital de la Cultura, los burócratas enquistados en los puestos de gestión respondieron que sí, y los artistas sabedores del asunto –pintores, músicos y escritores- que no. Por algo será: unos que sí, otros que no: qué peruanidad. Ameno, revelador el documental preludió a la poesía y luego de recibir la justa salva de aplausos, la mesa de lecturas se pobló por fin de los duendes de la Palabra.
Pimero en pisar el paredón: Miguel Urbina. Luego de arrastrarse por los sinuosos senderos del más desenfrenado materialismo, retornó al arte y al periodismo, sus luminosos y virginales orígenes. Ahora podemos verlo todos los días informando impecablemente desde el noticiero del Canal 35, pero ésta era una noche supremamente feeling así que fue su alter ego, Ex Miki Gates, quien apareció. Ducho en presentaciones públicas, con buen talante y no exento de talento, dejó navegar en el éter el deshilachado discurso de sus amores nadíos: la verdad duele/ te anestesias con mentira/ y calmas la verdad con cinismo/ El sincero engaño: lo que llamas realidad. Tanto la crudeza de lo dicho como el arte al entonarlo le granjearon la aprobación del respetable. Salva de aplausos. (Palmas apristas incluidas). Le siguió El Poeta Bonaerense, Julio Espinoza, quien, aunque de manera convencional, recreó en versos ingenuos y universales las cuitas de amor que aquejan al alma humana donde quiera que ésta exista; y donde quiera que ésta ame, sufrirá, fue su axioma. Aplausos igual. Asintiendo con indulgencia Cupido le lanzó una saeta aprobatoria, pero no se clavó en el pecho del susodicho sino en plena oreja de Aquiles Cabrera, quien fuera presentado equívocamente como Gustavo Adolfo Bécquer, cuando su verdadero seudónimo es Gustavo Adolfo Beiker, (por la conocida criminal estadounidense Ma Beiker, su tía). Aquiles, al igual que el guerrero griego, se lanzó al océano de la Poesía sin ninguna previsión, sin ningún salvavidas, sin ningún escudo, a puro pecho, y fueron sus propias palabras las que lo mataron. Porque muerto es el hombre que camina una legua sin amor -dicen los dioses- y durante los milenios que duró su doliente, platónica adolescencia Aquiles saboreó sólo los dulces besos del... ensueño. Luego de estas disgresiones confesionales, llegaron los años viriles y la Poesía le dio a su espíritu carne para sentir, coraje para vivir y versos para escribir. Los que no estuvieron nada mal, considerando que Gustavo Adolfo Cabrera se conducía por las rimas con la misma facilidad con que Meteoro en el Mac 5. Así que llegó a la meta con el áura de un campeón y -como debe ser y siempre es en Poesía de Miércoles-, con su gloriosa lagrimilla incluida. Varias en su caso. Más talento, más talante y más aplausos.
Finalizaron los apocalípticos vates Beto Barriga y Luis Núñez con rugientes poemas que asustaron al invisible Cupido. El ánima del dios rápidamente se introdujo en el cuerpo del barman quien infestado de amor regaló cerveza a todos los presentes jurando que haría lo mismo cada semana. Lo juró. Y se lo creemos. ¡Oh Poesía, Tú nos bendices!

El público de miércoles, como siempre, abarrotó el Chaska en busca de salvación.