jueves, 6 de mayo de 2010

FECHA 22: POESÍA DE MIÉRCOLES

QUÍTAME LA PIEL

La Poesía -como todo misterio del espíritu universal- nos invita hacia su centro abriendo infinitos caminos: uno distinto por cada hombre que lo emprende. Esta semana el borrascoso océano de Poesía de Miércoles varó a las orillas del Chaska un fascinante grupo de poetas, todos diferentes, todos provenientes de las vastas profundidades del abismo humano. El clan inicial estuvo integrado por cuatro aedas reyes y esclavos del Verbo Viviente; debido a ello, ávidos de bucear en lo insondable de sus subconcientes, inauguramos la noche con el gentil Martín Bringas. Conocido por su virtuosismo en la guitarra y en los blues, Martín se tiró un tímido chapuzón a pesar del crudo desasosiego de sus versos: La dicha del principiante/ es no conocer más de lo que le comentan/ Ese maestro carente de conocimiento/ me estaba mostrando cuán sencillo era sentir/ ...¿sentir?, dije yo/ y me asomé a esa estrella/ a la más cercana/ a la que estaba conmigo/ y le pregunté: ¿me amas?/ Ella sin balbucear ni dudar en lo absoluto/ respondió: Te amo./ Yo/ triste y alegre, la verdad bastante confundido/ repliqué: ¡No me conoces!/ Por eso te amo/ ella contestó. La lectura de Martín, por lo general rítmica e intensa, se diluyó en invisibles inseguridades que le restaron verosimilitud a sus versos; igual fue aclamado por su probada fidelidad a locura poética. Mario Morquencho, poeta nacido en Los Órganos, exiliado en Trujillo y reencontrado en los más autodestructivos guariques limeños, le continuó con una lectura a todas luces convincente: La vez que se enfermó su espejo/ todo su alrededor se ocultó llorando/ detrás de sus cabellos la luna iba liberando/ a las estrellas atrapadas en la deformación del reflejo./ Fue la vez que el cielo se vistió bermejo/ cuando el eclipse danzó en sus ojos/ y su reflejo lloró en océanos rojos/ el día muerto en el alma de su espejo. Seguro y contundente, Morquencho fue ovacionado por consanguíneas multitudes y por el respetable que una vez más saturó el Chaska. A Morquencho le siguió el físico- matemático Robert Jara, desde su bienamado Guadalupe: Créeme/ me esmero por atrapar y alargar sonrisas// Créeme/ muero por inaugurar una alegría/ y pelar mis muelas así mejor que calavera de burro// La sonrisa se aburre en la carne opaca/ odiadora de espejos/ incapaz de inmantar otros ojos// Créeme/ buscamos lo mismo:/ ser el anfitrión de una sonrisa/ aunque sea de hinojos... Finalmente, este hato de creadores concluyeron su intervención con el fundador de RUNAKAY, uno de los grupos poéticos más importantes de la costa norte peruana. Nuestro bienamado Antonio Escobar dejó salir unas deliciosas décimas de su triunfante inspiración: Desparramas en la calle/ por racimos tu belleza/ y se asusta la tristeza/ por la hermosura de tu talle/ Palpitas en todo el valle/ con tu sonrisa de campana/ tus manos de porcelana/ y también tus labios rojos/ se reflejan en mis ojos/ linda jequetepecana. Como Jara, este bardo culto y popular, fue premiado con sentidos aplausos. La Poesía tiene mil caminos: algunos salvajes, otros risibles, también demenciales y hasta apacibles. Conciente de esto, el maestro Escobar dio paso a CIUDADELIRIO, novísimo poemario de Mario Morquencho, presentado por Jorge Hurtado –El Gudi- quien llegó desde Casa Grande donde labora como Jefe de Jefes, gana como un dios y no hace nada. Gudi dio en el clavo en los órdenes y desórdenes fisiológicos, morfológicos y genéticos del libro, Morquencho nos regaló un par de poemas más y, luego del paréntesis de Beto Barriga, la noche culminó con la temeraria performance de Wálter Vásques Pegrías: YO SOY LA POESÍA. Valor suicida, deshinibición, apasionada entrega a un momento de comunión con el público que quedó boquiabierto ante el vendabal de poéticos sinceramientos a los que nos sometió el poeta. Aplausos a rabiar y el gato negro que pasó como quince veces frente al escenario. El poeta Carlos Tataje, el poeta Diego Rojas La Torre, el poeta Kike Ponce, el antipoeta Domingo Varas Loli llegaron tarde al evento y sólo pudieron saborear la Poiesis en las chelas que pidieron con voz altisonante y procaz: ¡A CHUPAR, CARAJOOO!!! ...Al rato se trompeaban fuera del Chaska como si tratase de una peruanísima fiesta chicha... felices y contentos... poeticazos.

2 comentarios:

Dylan Forrester dijo...

Bien por difundir los arrebatos poéticos en provincia.

Saludos...

Café Sideral dijo...

jorge ampuero: aunque no lo creas, existen humanos y civilizaciones más allá de los linderos de la Reina Lima.