Cuando el poeta Enrique Ríos Mercedes descendió desde una plataforma pétrea a las aguas vaporosas de los baños termales de Cachicadán, en calzoncillos, esbelto, casi hermoso y, mientras daba manotazos juguetones en el agua, a un extremo de la misma poza (las demás estaban ocupadas, chesumare) este columnista contemplaba absorto los sensuales desplazamientos de tan ambiguo ejemplar que luego demandaría con ahínco una enjabonadita de espalda. Digo, mientras veía a este entrañable híbrido de tritón y sirena, haciendo burbujitas, desaparecer bajo el agua, jamás imaginé que once años más tarde la inextricable poesía lo sentaría junto a mí, completamente manso y fornido, en una velada literaria denominada “poesía de miércoles”.
“El Meche” (como popularmente se le conocía en los antros universitarios) o “la Meche” (como lo solían llamar después dolidas y decepcionadas féminas) se hizo esperar. La cuarta fecha de poesía de miércoles lo tenía confirmado desde el mes de noviembre, pero el hombre, momentos antes, informó a los preocupados organizadores que ya estaba por voltear la esquina. Lo cierto es que nuestro gran amigo ingresó triunfalmente al Chaska, extenuado y feliz, después de haber volteado una esquina de sesenta minutos. Todos nos pusimos contentos. El público, otra vez masivo, reclamaba esos versos urgentes que lo secuestre por un momento de ese tráfago comercial y banal de una navidad efímera y capitalista.
Después de la proyección de un video artístico de Carlos Orrillo, la mesa quedó lista. Manuel Medina, Enrique Ríos Mercedes y César Olivares (o sea este pechito) se adueñaron del escenario y le otorgaron voz a la belleza. Como estábamos entre patas, la formalidad quedó de lado. Nuestro Meche empezó con un testimonio acerca de sus metamorfosis en el acto creativo. Algo brusco le quité el micrófono porque ya se mandaba con la lectura de sus poemas sin respetar los momentos del show. Este hecho pudo haber herido la susceptibilidad del público. Pero entiendan, la poesía del meche necesita de esos momentos intensos para brillar con esa luz que sólo él sabe otorgarle. Por eso me sorprendí gratamente cuando, esta vez sí en el contexto, leyó, con una voz aguardentosa y rotunda, versos de una irrebatible calidad. Empezó abordando el tema de la muerte con sabiduría: “casi todos los muertos/ tienen el semblante triste/ esa sensación de hoja/ atravesada por la luz”, o “Los muertos se pasean/ por el bosque/ en la madrugada/ a veces yo los escucho murmurar/ algún recuerdo/ gemir de soledad/ ante el albor del pasado”. Pero tal vez el poema más interesante fue uno dedicado a una ex novia suya quien se casó sin avisarle: “Qué será de ti mi amor/ Cuando no te ladren/ Ni los perros flacos/ De tu calle/ Y tengas hambre / Qué será de ti mi amor/ Si ahora que me voy/ Tú andas con cinco kilos/ Demás/ Y las cremas ya no te/ Funcionan como antes”.Sin duda, la poesía de Enrique Ríos Mercedes ha tomado un giro interesante, aunque él afirme que lo que mejor escribe son cuentos. Si es así, allá él. ¡Qué viva la poesía!
“El Meche” (como popularmente se le conocía en los antros universitarios) o “la Meche” (como lo solían llamar después dolidas y decepcionadas féminas) se hizo esperar. La cuarta fecha de poesía de miércoles lo tenía confirmado desde el mes de noviembre, pero el hombre, momentos antes, informó a los preocupados organizadores que ya estaba por voltear la esquina. Lo cierto es que nuestro gran amigo ingresó triunfalmente al Chaska, extenuado y feliz, después de haber volteado una esquina de sesenta minutos. Todos nos pusimos contentos. El público, otra vez masivo, reclamaba esos versos urgentes que lo secuestre por un momento de ese tráfago comercial y banal de una navidad efímera y capitalista.
Después de la proyección de un video artístico de Carlos Orrillo, la mesa quedó lista. Manuel Medina, Enrique Ríos Mercedes y César Olivares (o sea este pechito) se adueñaron del escenario y le otorgaron voz a la belleza. Como estábamos entre patas, la formalidad quedó de lado. Nuestro Meche empezó con un testimonio acerca de sus metamorfosis en el acto creativo. Algo brusco le quité el micrófono porque ya se mandaba con la lectura de sus poemas sin respetar los momentos del show. Este hecho pudo haber herido la susceptibilidad del público. Pero entiendan, la poesía del meche necesita de esos momentos intensos para brillar con esa luz que sólo él sabe otorgarle. Por eso me sorprendí gratamente cuando, esta vez sí en el contexto, leyó, con una voz aguardentosa y rotunda, versos de una irrebatible calidad. Empezó abordando el tema de la muerte con sabiduría: “casi todos los muertos/ tienen el semblante triste/ esa sensación de hoja/ atravesada por la luz”, o “Los muertos se pasean/ por el bosque/ en la madrugada/ a veces yo los escucho murmurar/ algún recuerdo/ gemir de soledad/ ante el albor del pasado”. Pero tal vez el poema más interesante fue uno dedicado a una ex novia suya quien se casó sin avisarle: “Qué será de ti mi amor/ Cuando no te ladren/ Ni los perros flacos/ De tu calle/ Y tengas hambre / Qué será de ti mi amor/ Si ahora que me voy/ Tú andas con cinco kilos/ Demás/ Y las cremas ya no te/ Funcionan como antes”.Sin duda, la poesía de Enrique Ríos Mercedes ha tomado un giro interesante, aunque él afirme que lo que mejor escribe son cuentos. Si es así, allá él. ¡Qué viva la poesía!
1 comentario:
Y QUIÉNES SON?
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