sábado, 26 de diciembre de 2009

tercera fecha

La lucha continúa!
(Poesía de miércoles en el Chaska)

Por David Novoa


Trujillo. Centro histórico. El manto de la nocturnidad se extendía gigantesco sobre las miles y miles de ajetreadas almas que se atropellaban en las calles. Eran las siete y media de la noche del miércoles y el Chaska –pulido maniáticamente por sus propietarios- fulguraba como un diamante a tres cuadras de la Plaza de Armas. Era el momento de la lucha contra las tinieblas: El recital Poesía de Miércoles donde Luis Eduardo García, Ángel Gavidia -dos pesos pesados de la literatura liberteña- y el novel escriba Ricardo Calderón Inca, se lanzarían como gladiadores al ruedo cruel de la Belleza.
Una variada fauna entre universitarios, artistas plásticos, profesores de literatura, lindas damiselas, locos y diletantes en general, aterrizaban sobre la pista ansiosos del alimento estético. Fiel a su destino de poeta, Luis Eduardo García, llegó acompañado de una inspiradora doncella de grandes ojos luminiscentes. Lo encontramos garabateando en una mesa, reconcentrado en unos versos que no encajaban con sus más líricos afanes; el angélico doctor Gavidia, médico y catedrático, arribó al lugar con un maletín lleno de recetas, poemarios y la curativa indulgencia de su permanente sonrisa; y Ricardo Calderón Inca miraba boquiabierto el cielo como si esperara la llegada de la inspiración. Sin más que decir pasaron a la mesa, fueron presentados y empezó la faena. Por fortuna aún existen almas que prefieren la armonía de la creación al egoísmo y la competitividad tan en boga en nuestros días. Lo advertimos escuchando sus cálidas voces y lo confirmaron estos líridas al volcar su visión de la vida a través del ejercicio literario. Semblanzas biográficas cargadas de amenidad donde las anécdotas y las citas a Borges, Wilde, Pessoa, Eielson, Benedetti, Octavio Paz, entre otros, ornaban como fruta confitaba el delicioso panetón del recital. El ambiente mutó de la ordinaria noche trujillana a una protectora y poética comunión de almas. No a puñetes y patadas como ocurre en los otros rubros de la actividad local, sino con acariciantes expresiones de sabiduría la oscuridad iba perdiendo terreno.
El joven músico Bryan Leonardo rasguñó las cuerdas de su guitarra, aulló la dulce melodía de sus canciones y los versos no se hicieron esperar: Ricardo Calderón Inca entretuvo al respetable con sus micro historias poéticas, Ángel Gavidia se despachó con unos textos cargados de ensoñadora melancolía y Luis Eduardo García inyectó la transparente miel de sus últimos versos en las ondas invisibles del entorno. Resultado: su bella dama dejó escapar una lágrima y los motores que rodaban por San Martín y Orbegoso se convirtieron en un murmullo musical, en el bajo continuo que coreaba la voz de los aedas. Las tinieblas seguían perdiendo terreno.
Para concluir al ritmo de la eternidad, exentos del demoníaco apuro y del stress, se confluyó naturalmente en el remanso de la intervención pública: se levantaron las voces animosas, felicitadoras, agradecidas. Pero inesperadamente, como salido de la manga del caos, cual la última carta que se jugaban las potencias del averno, hizo su aparición el despiadado poeta Beto Barriga. Beto había estado rondando el recital con ojos aviesos buscando clavar el puñal de su rebelde inspiración. Ataviado con negra indumentaria, un bastón retorcido y su fiel sombrero de paño, tomó por asalto el escenario en una imprevista performance. La cruenta tristeza de sus versos convertida en belleza revulsiva trastocaron los ánimos y las tinieblas recuperaron terreno. Y es que en Poesía de Miércoles también hay espacio para los espontáneos que anhelan compartir su incipiente orfebrería. Fue así que la anarquía recobró sus fueros y se volvió al inexorable equilibrio de los contrarios: Trujillo continuó siendo la misma tontuela, la misma frivolilla: todavía le faltan mil recitales más para purificarla, para convertirla en el soñado paraíso de los dioses.
Aplausos, pifias, entusiasmo y generosas libaciones concluyeron el evento. Los poetas brindaron por las musas –habían varias por allí- y partieron agitando sus delicadas alas dejando un aromático efluvio de buenas vibraciones. Las cervezas continuaron cayendo en cascada por las gargantas de los presentes quienes siguieron la velada hasta que ya amaneciendo pasó el camión de la basura y recogió a varios de ellos rociados delicadamente como fideos sobre la vereda.
Poesía. Poesía. Poesía.

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