Adelantados a estas fiestas del sentimiento, la semana pasada los poetas se enredaron en los amorosos lazos de Cupido. Y así, padeciendo el germen del más infectocontagioso romanticismo, Poesía de Miércoles presentó a Miguel Urbina –Ex Miki Gates-, a Julio Espinoza –El Poeta Bonaerense- y a Aquiles Cabrera, más conocido como Gustavo Adolfo Beiker, quienes nos deleitaron en la última edición de los recitales del Chaska. Versos descarnados y febriles, de heterogénea factura, pero de una profunda vena emotiva aderezaron la velada que contó con un lleno total; sin embargo, antes del idílico plato de fondo -que resultó un opíparo banquete- se proyectó el video arte: Trujillo, la Capital de la Cultura del artista David Hoyos. Allí, en ágiles y veraces imágenes, para dirimir si Trujillo es realmente la Capital de la Cultura, los burócratas enquistados en los puestos de gestión respondieron que sí, y los artistas sabedores del asunto –pintores, músicos y escritores- que no. Por algo será: unos que sí, otros que no: qué peruanidad. Ameno, revelador el documental preludió a la poesía y luego de recibir la justa salva de aplausos, la mesa de lecturas se pobló por fin de los duendes de la Palabra.
Pimero en pisar el paredón: Miguel Urbina. Luego de arrastrarse por los sinuosos senderos del más desenfrenado materialismo, retornó al arte y al periodismo, sus luminosos y virginales orígenes. Ahora podemos verlo todos los días informando impecablemente desde el noticiero del Canal 35, pero ésta era una noche supremamente feeling así que fue su alter ego, Ex Miki Gates, quien apareció. Ducho en presentaciones públicas, con buen talante y no exento de talento, dejó navegar en el éter el deshilachado discurso de sus amores nadíos: la verdad duele/ te anestesias con mentira/ y calmas la verdad con cinismo/ El sincero engaño: lo que llamas realidad. Tanto la crudeza de lo dicho como el arte al entonarlo le granjearon la aprobación del respetable. Salva de aplausos. (Palmas apristas incluidas). Le siguió El Poeta Bonaerense, Julio Espinoza, quien, aunque de manera convencional, recreó en versos ingenuos y universales las cuitas de amor que aquejan al alma humana donde quiera que ésta exista; y donde quiera que ésta ame, sufrirá, fue su axioma. Aplausos igual. Asintiendo con indulgencia Cupido le lanzó una saeta aprobatoria, pero no se clavó en el pecho del susodicho sino en plena oreja de Aquiles Cabrera, quien fuera presentado equívocamente como Gustavo Adolfo Bécquer, cuando su verdadero seudónimo es Gustavo Adolfo Beiker, (por la conocida criminal estadounidense Ma Beiker, su tía). Aquiles, al igual que el guerrero griego, se lanzó al océano de la Poesía sin ninguna previsión, sin ningún salvavidas, sin ningún escudo, a puro pecho, y fueron sus propias palabras las que lo mataron. Porque muerto es el hombre que camina una legua sin amor -dicen los dioses- y durante los milenios que duró su doliente, platónica adolescencia Aquiles saboreó sólo los dulces besos del... ensueño. Luego de estas disgresiones confesionales, llegaron los años viriles y la Poesía le dio a su espíritu carne para sentir, coraje para vivir y versos para escribir. Los que no estuvieron nada mal, considerando que Gustavo Adolfo Cabrera se conducía por las rimas con la misma facilidad con que Meteoro en el Mac 5. Así que llegó a la meta con el áura de un campeón y -como debe ser y siempre es en Poesía de Miércoles-, con su gloriosa lagrimilla incluida. Varias en su caso. Más talento, más talante y más aplausos.
Finalizaron los apocalípticos vates Beto Barriga y Luis Núñez con rugientes poemas que asustaron al invisible Cupido. El ánima del dios rápidamente se introdujo en el cuerpo del barman quien infestado de amor regaló cerveza a todos los presentes jurando que haría lo mismo cada semana. Lo juró. Y se lo creemos. ¡Oh Poesía, Tú nos bendices!
Pimero en pisar el paredón: Miguel Urbina. Luego de arrastrarse por los sinuosos senderos del más desenfrenado materialismo, retornó al arte y al periodismo, sus luminosos y virginales orígenes. Ahora podemos verlo todos los días informando impecablemente desde el noticiero del Canal 35, pero ésta era una noche supremamente feeling así que fue su alter ego, Ex Miki Gates, quien apareció. Ducho en presentaciones públicas, con buen talante y no exento de talento, dejó navegar en el éter el deshilachado discurso de sus amores nadíos: la verdad duele/ te anestesias con mentira/ y calmas la verdad con cinismo/ El sincero engaño: lo que llamas realidad. Tanto la crudeza de lo dicho como el arte al entonarlo le granjearon la aprobación del respetable. Salva de aplausos. (Palmas apristas incluidas). Le siguió El Poeta Bonaerense, Julio Espinoza, quien, aunque de manera convencional, recreó en versos ingenuos y universales las cuitas de amor que aquejan al alma humana donde quiera que ésta exista; y donde quiera que ésta ame, sufrirá, fue su axioma. Aplausos igual. Asintiendo con indulgencia Cupido le lanzó una saeta aprobatoria, pero no se clavó en el pecho del susodicho sino en plena oreja de Aquiles Cabrera, quien fuera presentado equívocamente como Gustavo Adolfo Bécquer, cuando su verdadero seudónimo es Gustavo Adolfo Beiker, (por la conocida criminal estadounidense Ma Beiker, su tía). Aquiles, al igual que el guerrero griego, se lanzó al océano de la Poesía sin ninguna previsión, sin ningún salvavidas, sin ningún escudo, a puro pecho, y fueron sus propias palabras las que lo mataron. Porque muerto es el hombre que camina una legua sin amor -dicen los dioses- y durante los milenios que duró su doliente, platónica adolescencia Aquiles saboreó sólo los dulces besos del... ensueño. Luego de estas disgresiones confesionales, llegaron los años viriles y la Poesía le dio a su espíritu carne para sentir, coraje para vivir y versos para escribir. Los que no estuvieron nada mal, considerando que Gustavo Adolfo Cabrera se conducía por las rimas con la misma facilidad con que Meteoro en el Mac 5. Así que llegó a la meta con el áura de un campeón y -como debe ser y siempre es en Poesía de Miércoles-, con su gloriosa lagrimilla incluida. Varias en su caso. Más talento, más talante y más aplausos.
Finalizaron los apocalípticos vates Beto Barriga y Luis Núñez con rugientes poemas que asustaron al invisible Cupido. El ánima del dios rápidamente se introdujo en el cuerpo del barman quien infestado de amor regaló cerveza a todos los presentes jurando que haría lo mismo cada semana. Lo juró. Y se lo creemos. ¡Oh Poesía, Tú nos bendices!
El público de miércoles, como siempre, abarrotó el Chaska en busca de salvación.
3 comentarios:
todo bien pero, puta... maten al fotógrafo
"hizo suspirar a más de una fémina"
con lo mala que es su poesía, de ti, y de todos tus amigos, no van a lograr ligar hasta la caída del cristo de piedra
Felicitaciones estimado Miguel
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