sábado, 3 de abril de 2010

FECHA 17: HASTA CORRIÓ SANGRE

Poesía de Miércoles: una bellísima catástrofe


La Poesía es una bellísima catástrofe. Nunca tuvo más sentido esta frase que en el último recital de miércoles. Sólo se contaba con tres poetas y un músico para el evento, pero los bardos se reprodujeron insólitamente en el escenario, una tropa de féminas invadió el Chaska al igual que un ejército, Beto Barriga, nuestro poeta abanderado, se jamoneaba de memorizar su último poema –que olvidó varias veces en escena- y -horror de horrores- hasta corrió sangre en el escenario.
Aunque se programó el inicio con Relatos de Madrugada, sorpresivamente tuvimos la visita del poeta chileno Álvaro Pereira, (de quien se sospecha trajo el síndrome del desastre). Educado y cortés, sin embargo, Álvaro, se ganó al público con sus versos sensibles, esenciales y sociales. Y grata fue la presencia de este viajero que llegó inesperadamente y partió agradecidamente.
Ahora la flamante publicación de OREM, la obra de Léster Rodríguez, presentada por el indesmayable poeta Óscar Ramírez, editor y organizador de eventos. Óscar desmadejó un discurso propicio para el alumbramiento, Léster atacó con la lectura de una de sus historias y Relatos de Madrugada vio la luz de este mundo entre los elevados cánticos de Miguel Ángel Olivares cantautor chimbotano que arribó hasta El Chaska para deleitarnos con sus himnos y tonadas. Aplausos del respetable para el libro, para el trovador y para los poetas que calentaban motores y que se reprodujeron por misteriosos métodos mágicos como veremos ahora que empieza el recital: El joven Wálter Vásquez Pegrías nos ofrendó sus versos de ausencia: Después de la sombra/ no existe otro retrato tuyo. Talentosa ensoñación de Wálter quien se llevó sonoros aplausos por su entusiasmo en difundir la poesía en talleres y publicaciones autogestionarias. Le continuó el poeta y declamador Wálter del Rosario quien llegaba preparado para un milagro en el escenario. Empezó sus versos con la impostación exacerbada de los declamadores, con gestos que exorcizaban demonios mil. Continuó con el clásico ¡Cómo has cambiado, Pelona! de Nicomedes Santa Cruz que ocasionó la hilaridad del público y más aún del sensual batallón de señoritas acantonado entre los asistentes. Entonces, como por arte de magia, ya no era Wálter del Rosario quien se esmeraba en escena sino una grácil y armoniosa púber llamada Shalom quien despepitaba verso a verso, con endulcorante voz e inocentes ademanes, un poemaza del gran Mario Florián. Un ramalazo de luz tocó a la niña por el instante que sólo los elegidos vieron y se pasó luego a las ligas mayores: Santiago Aguilar, viejo rey, poeta, organizador de eventos internacionales, cuantioso editor, trujillana leyenda de las letras peruanas, en definitiva, Santiago Aguilar. Las damiselas suspiraban anhelosas endulzando el aire mientras Aguilar iba musitando, pausado, sus finuras, mas apenas acabó pasearon sus amplias posaderas, casi indignadas, frente a nuestras narices abandonando, una a una, el recital. Entonces no se pudo contener más el caos. Reapareció Wálter del Rosario, machete en mano, pelos parados, ya poseído por el Estro Poético, Beto Barriga se le enfrenta pero a medio poema la memoria le falla y contraataca Del Rosario declamando un asesinato pasional, saca el machete lo clava en el piso, destroza al enemigo, lo destaza, y nuevamente arremete Beto Barriga, se esfuerza, apieta los dientes, se encomienda al Creador, pero vuelve olvidar su poema. A un lado Del Rosario -caído en la batalla de la belleza- se venda la herida que se inflingió con su propio machete y entonces ante tanta sangre, ante tanta anarquía, ante tanto desmán, La Poiesis se apiadó de Trujillo y mandó un terremoto sobre el Chaska. Afortunadamente, ningún herido: Todos muertos
(Llévate estas almas descarriadas, oh magnificiente Poesía).
Fin.

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