¡Los poetas se volvieron locos!
David Novoa
Al parecer tanto idealismo, tanta pasión, tanta belleza enloquecieron a los bardos que se presentaron este miércoles de Poesía. A causa de ello tuvieron que ser arrastrados hasta el Chaska con sus camisas de fuerza, resguardados por gendarmes –tal fue el caso de Salomón Navarrete- y bien dopados para evitar fugas o ataques al público.
Y empezó así la vigésima edición de Poesía de Miércoles. La ofrenda del libro Alucinado de Luis Boceli, poeta chiclayo radicado en Lima, rompió el hielo entre el público y los orates, perdón, entre el público y los artistas (éstos se preparaban, delirantes, en un rincón del Chaska, con los ojos en blanco, entre contorsiones, mientras los invadía el Estro Poético).
Walter Toscano, eximio dibujante y aeda, inició comentando el poemario de Boceli y luego el poeta –esposado al organizador Jorge Tume que fungía de 911- apareció ataviado con una bata de médico y la cabeza rapada. Eres mi botiquín de primeros auxilios/ mi antipirético/ antiinflamatorio/ analgésico/ frasquito de algodón:/ VIDA. Conciente de sus transtornos el bardo se disfrazaba del personaje que poetizaba, así a la par que hacía su lectura hacía su terapia. Una gorra de policía ornaba su descabellada testa: Mi primer libro fue una metida de pata:/ una descuajeringada:/ no me calatié del todo:/ PERO COBRÉ! Los aplausos no se hicieron esperar mas hubo que sacar al susodicho con la ayuda de tres fornidos asistentes y del poderoso Tume. Ahora aparecería el recientemente galardonado por el COPÉ de Plata, Carlos Baldwin del Castillo, conocido en el universo poético nacional como Carlos Tataje. Anheloso de homenajear a Vallejo tomó por asalto el escenario y se desgañitó con los versos del cholo santiaguino y con los suyos por supuesto. Paulatinamente fue entrando en trance y poema tras poema, desde su pequeña estatura y su delgadez de contextura, fue irguiéndose sobre los horizontes de la eternidad –recordemos que lo poseía el espíritu de Vallejo- y crecía y crecía y se engrosaba como un roble y su mirada adquiría tintes apocalípticos y devastadores:¡Ay de mi mugre blanca en su hez mancomunada!,declamaba a Vallejo. Transido, salomónico, decente/ compuesto, caviloso, cadavérico, perjuro, Vallejo. ¡No puede ser sido!, Vallejo. Simplificado el corazón pienso en tu sexo, Vallejo. Los pollitos dicen pío, pío, pío, Tataje. Ya con dos metros y medio de estatura y con la musculatura de La Roca, abandonó cómodamente la mesa de lecturas tras haber irradiado su magia personal; y aunque no hubo necesidad de represión con él, ya no se le pudo contener el alud verborrágico y se pasó las siguientes horas en el baño del Chaska declamando toda la poesía peruana desde Melgar hasta el eximio sonetista Miguel el Chato Barraza. Ahora le seguiría el recontracrazy Salomón Valderrama, natural de Ischil, un pueblito de la sierra liberteña arrasado por el huayco (sólo un cuy y él fueron los sobrevivientes): Y llevo así esta ardiente tortura/ tal como una luciérnaga lleva el cuerpo encendido de locura... Salomón –que no concluyó sus versos porque escupía a los asistentes cual un Artaud peruano- fue atrapado con redes antimotines y conducido a vergajazos para un ablandamiento poético en el callejón del Chaska. Luego le sucedió el incurable Beto Barriga que reapareció con nuevos bríos y declamó sus poemas con creciente y contundente calidad... pero en hebreo-arameo. Puros locos. La gota de arte inspirador, hermoso y conmovedor la pusieron los muchachos del Teatro de la Luna con su director Paúl Maravilloso Ruiz. Mostruos en el parque fue la obra que Julio González, Alejandra Ovalle y Keyton Marquina recrearon en la sala de performances con gran ovación de los presentes.
El público no cabía en sí. ¡Esto es Poesía!, se decían mientras solitos se iban colocando su camisa de fuerza, solitos tomaban sus pastillas, solitos formaban cola e iban entrando en fila al ómnibus del Sanatorio Mental Larco Herrera de Trujillo.... Tiii tí!!! Tiii tiií!!!
Y empezó así la vigésima edición de Poesía de Miércoles. La ofrenda del libro Alucinado de Luis Boceli, poeta chiclayo radicado en Lima, rompió el hielo entre el público y los orates, perdón, entre el público y los artistas (éstos se preparaban, delirantes, en un rincón del Chaska, con los ojos en blanco, entre contorsiones, mientras los invadía el Estro Poético).
Walter Toscano, eximio dibujante y aeda, inició comentando el poemario de Boceli y luego el poeta –esposado al organizador Jorge Tume que fungía de 911- apareció ataviado con una bata de médico y la cabeza rapada. Eres mi botiquín de primeros auxilios/ mi antipirético/ antiinflamatorio/ analgésico/ frasquito de algodón:/ VIDA. Conciente de sus transtornos el bardo se disfrazaba del personaje que poetizaba, así a la par que hacía su lectura hacía su terapia. Una gorra de policía ornaba su descabellada testa: Mi primer libro fue una metida de pata:/ una descuajeringada:/ no me calatié del todo:/ PERO COBRÉ! Los aplausos no se hicieron esperar mas hubo que sacar al susodicho con la ayuda de tres fornidos asistentes y del poderoso Tume. Ahora aparecería el recientemente galardonado por el COPÉ de Plata, Carlos Baldwin del Castillo, conocido en el universo poético nacional como Carlos Tataje. Anheloso de homenajear a Vallejo tomó por asalto el escenario y se desgañitó con los versos del cholo santiaguino y con los suyos por supuesto. Paulatinamente fue entrando en trance y poema tras poema, desde su pequeña estatura y su delgadez de contextura, fue irguiéndose sobre los horizontes de la eternidad –recordemos que lo poseía el espíritu de Vallejo- y crecía y crecía y se engrosaba como un roble y su mirada adquiría tintes apocalípticos y devastadores:¡Ay de mi mugre blanca en su hez mancomunada!,declamaba a Vallejo. Transido, salomónico, decente/ compuesto, caviloso, cadavérico, perjuro, Vallejo. ¡No puede ser sido!, Vallejo. Simplificado el corazón pienso en tu sexo, Vallejo. Los pollitos dicen pío, pío, pío, Tataje. Ya con dos metros y medio de estatura y con la musculatura de La Roca, abandonó cómodamente la mesa de lecturas tras haber irradiado su magia personal; y aunque no hubo necesidad de represión con él, ya no se le pudo contener el alud verborrágico y se pasó las siguientes horas en el baño del Chaska declamando toda la poesía peruana desde Melgar hasta el eximio sonetista Miguel el Chato Barraza. Ahora le seguiría el recontracrazy Salomón Valderrama, natural de Ischil, un pueblito de la sierra liberteña arrasado por el huayco (sólo un cuy y él fueron los sobrevivientes): Y llevo así esta ardiente tortura/ tal como una luciérnaga lleva el cuerpo encendido de locura... Salomón –que no concluyó sus versos porque escupía a los asistentes cual un Artaud peruano- fue atrapado con redes antimotines y conducido a vergajazos para un ablandamiento poético en el callejón del Chaska. Luego le sucedió el incurable Beto Barriga que reapareció con nuevos bríos y declamó sus poemas con creciente y contundente calidad... pero en hebreo-arameo. Puros locos. La gota de arte inspirador, hermoso y conmovedor la pusieron los muchachos del Teatro de la Luna con su director Paúl Maravilloso Ruiz. Mostruos en el parque fue la obra que Julio González, Alejandra Ovalle y Keyton Marquina recrearon en la sala de performances con gran ovación de los presentes.
El público no cabía en sí. ¡Esto es Poesía!, se decían mientras solitos se iban colocando su camisa de fuerza, solitos tomaban sus pastillas, solitos formaban cola e iban entrando en fila al ómnibus del Sanatorio Mental Larco Herrera de Trujillo.... Tiii tí!!! Tiii tiií!!!
1 comentario:
BIEN POR LA POESÍA!!!
A SEGUIR DÁNDOLE DURO A LA P..OESÍA
SALUDOS
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