jueves, 10 de junio de 2010

FECHA 27

Noche repleta en PdM


¡Brrrr! ¡Hace frío en Trujillo! Los poetas tiemblan, les castañean los dientes, cambian sus chelas por trago corto. El gato del Chaska, Baudelaire, conversa con Beto Barriga mientras van llegando de a pocos lindas damiselas, artistas, diletantes, genios y retrasados mentales: los rara avis de la cultura local. Los asientos lucen llenos, además decenas de espectadores rodean de pie la sala de lecturas. La noche promete.
Mientras Tume y Olivares cantan alabanzas y glorifican a la Musa de la Poesía, se abre la puerta y aparece el primer semidiós: Walter Vásquez Pegrías del microcircuito literario Pegrías del Alma. Junto a la poeta y profesora María Esther Pérez, presenta su poemario-plaqueta: Ilusión de agua. La profesora es auspiciosa con Wálter quien lee su preludio: Ilusión de agua/ es una sencilla y pequeñita historia// Una forma de vomitar recuerdos/ una huida/ una melancolía desdeñada y abotonada al olvido/ un huayco de palabras/ una píldora para evitar obsesiones y manías del pasado// Una expulsión de gérmenes desbaratados/ de discursivos gritos de incertidumbre. Chévere Waltercito. Vertió su final discurso de cortesía y partió distribuyendo la plaquette entre los interesados.
Aún se oían los cánticos de los organizadores idolatrando al Estro Poético cuando se volvió a abrir el pórtico y brotaron alados y divinos los aedos Duncan Sedano y Luis Cabrera Vigo, el poeta Pasifae. El primero, presentador; el segundo autor de Retratos del Mediodía. Duncan –una de las grandes promesas literarias de los 90s y brillante abogado- le prodigó loas a los versos de Cabrera quien -suavizado por el floro del letrado- abrió feliz la puerta de sus sentires: Un día me detuve/ en medio del campo/ y me acosté a contar las nubes/ pasaban los pastores/ y me saludaban/ pasaban los animales/ y me olían/ no había prisa/ la vida también era contemplar/ las criaturas del cielo/ escuchar los bufidos terrenales/ y por un momento/ respirar hondo/ hondo. Bucólico feeling el de Pasifae. Continuó luego con sus más líricos devaneos: Es difícil vivir en este pellejo/ caminar y quererte/ cantar y contemplar de lejos tus ojos/ colocarme una máscara cada mañana/ sonreír a quienes nos quieren asesinar/ ayudar a quien se burlará después/ pedir agua para otros/ ¡y aquí uno muerto de sed!// Por eso ya no sé cómo sonreírle a las mañanas/ quiero ser como el sol/ amanecer y cantar todo de amarillo/ ser como las aves/ lanzarme hacia las nubes lejos del oprobio/ ser un pata bueno/ que camina por estas/ calles sin sombra y sin problemas/sin celular sin reloj sin dientes de oro. Aplausos para Luchito cuya testa fue rozada por el fulmíneo relámpago de la gloria (en realidad sólo era el brillo de su frente), pero su carisma sublimó la noche.
La tercera epifanía floreció con Johnatan Chacón, joven mancebo extirpado de las huestes del colectivo Confianza. Se abrieron los cielos y Johnatan cayó paradito con su terno bien rififí, envuelto en el áura de la inspiración. Leyó con iniciativa, con tensión, con -casi inadvertible- nerviosismo: Aprendí a mirar tus ojos viendo a las estrellas palpitar/ aprendí a sentir tus caricias sintiendo cómo tu boca toca la rosa en el mar// Aprendí a escuchar tu voz/ oyendo el susurro del viento/ despreciando al silencio violento/ Te amo, lo aprendí al despertar/ Te amo: lo siento. Suspiros, rumor de manos que se entrelazaban. Luego el músico Óscar Paz Campuzano envolvió su voz con acordes de guitarra y la noche se diluyó en deleites mil. Para finalizar Beto Barriga –quien habla de tú a tú con Baudelaire, el gato del Chaska- recitó un poema que olvidó a medio camino, no pudo recordarlo, se asó y se quitó. Entonces Baudelaire –el gato negro del Chaska- se paró en dos patitas y con voz de persona terminó la alocución de Beto. Michimichimichi!!! ...Miauuu (¡Zape pulguiento!!!). Fin.

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